miércoles, 27 de julio de 2011

Membrillos cocidos

Un notario con cara de aburrimiento tomaba nota de las transacciones más importantes. Una turca, que explicaba con algo parecido al orgullo que la habían revendido varias veces por su mal carácter, les dijo que el precio de un esclavo solía traducirse en número de cabezas de ganado. Un esclavo sano valía tres caballos. Se prefería a las mujeres moriscas y berberiscas que a las mulatas y las negras, al revés de lo que ocurría con los hombres. Las «membrillos cocidos», dijo señalando a la joven india, eran las menos apreciadas y ello debido a su escasa corpulencia.
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Texto: La esclava de Anouar Benmalek - Foto: 1910

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